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Tentaciones
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Mouse Division

Un repaso a los variados ejemplos de como las imágenes más rompedoras han terminado siendo pasto de los productos más habituales.

Uno. La palabra “punk” escuchada en el anuncio de un banco, en los labios de un cantante y leyenda rocker que participó en el destrozo de la marquesina del cine en el que se estrenó en 1978 una película, Grease, que banalizaba su subcultura; la epifanía de ver las carnes de Chelo García Cortés embutidas en una camiseta de los politizados Rage Against the Machine en una entrega del programa Dónde estás corazón; el anuncio de una marca de lácteos protagonizado por un Johnny Rotten, ex cantante de los Sex Pistols (Anarchy in the UK) y también crespuscular concursante (aquí tenemos a Tony Genil y a Coyote Dax) de un reality en la Pérfida Albión, que sonríe a cámara y farfulla el eslogan: “No se trata de Gran Bretaña, sino de Gran Mantequilla”; el lema de una marca deportiva que rezaba “La rebelión es lo que te mantiene vivo” o el “Just Do It”, de aquella otra, heredado de uno de las arengas de los yippies sesenteros más cafres y antisistema; la camiseta de MC5, la iracunda banda de garaje que pregonaba las drogas, la muerte del establishmenty el sexo en la calle, que una firma de tejanos vendía a 55 dólares del ala; la revolución de los Chiquiprecios y las asambleas a lo 15M de la marca de telefonía móvil; el anuncio de una firma de coches de lujo que hacía uso del himno de las clases más desfavorecidas (“No tengo dinero, no tengo zapatos”) entonado en su día por Nina Simone; la publicidad de los cereales Sugar Puffs que echó mano de la venerable figura del poeta del punk inglés, un genio heroinómano que responde por John Cooper Clark; la diana de la RAF, símbolo mod, en el cuerpo de Rosa de España, de Operación Triunfo 1; la máscara del tebeo incendiario V de Vendetta (un cómic con frases tan conciliadoras como “Mañana Downing Street será reducido a cenizas”) al servicio de las ventas de una marca de tónica.

“No se trata de Gran Bretaña, sino de Gran Mantequilla"; dice John Lydon, el líder de Sex Pistols en un anuncio del producto lácteo

Parecen tuitshumorísticos, pero son casos reales. La lista es más larga que un siglo sin pan y más aparatosa que un tomo especial de unas Páginas Amarillas que se repartieran en China. Sin embargo, incluso en el disputado trono de la asimilación más curiosa de un icono, corriente o incendio contracultural, la medalla de oro es sin duda para una camiseta de Disney que se ha anunciado esta semana. La compañía del Reino de la Fantasía ha decidido ceñirle una corona a Ian Curtis, líder de la banda Joy Division. Un tipo talentoso pero desgraciado que cimentó su música sobre los cascotes del tormento más agónico, que solía vestir una chupa con la palabra Odio garabateada en la espalda y que se suicidó a los 23 años de edad justo antes de que su banda, mancuniana, iniciara una prometedora gira por EE UU.

La portada de 'Unknown pleasures' de Joy Division, firmada por Peter saville, en la que se ha inspirado Disney.
La portada de 'Unknown pleasures' de Joy Division, firmada por Peter saville, en la que se ha inspirado Disney.

Horas después de que se hiciera público el producto, Peter Hook, supervivente del grupo, afirmaba no haber dado su permiso y se mostraba en la revista NME "halagado" pero "sorprendido" de que Disney usara la imagen de una banda independiente. "Tengo la sensación de que alguien nos ha hecho un honor con más bien irónico", añadía, para aclarar luego que suele destinar una parte de los derechos de imagen de Joy Division a labores solidarias ("Si quisiéramos hacerles sentir culpables, les podríamos insinuar eso"). La firma de la factoría mágica, por su parte, retiraba la camiseta ante la posible polémica para "revisar la situación" y la pieza se convertía en objeto de culto y de puja en eBay en tiempo récord.

Las relaciones entre grandes marcas y brotes antisistema son promiscuas y tórridas, pero el matrimonio entre Mickey Mouse e Ian Curtis merece un zoom y un análisis. Es raro. Tan raro como Cañita Brava anunciando la clínica de un logopeda; más extraño que el siempre sudoroso y salvaje Iggy Pop, definido como “un saco de mierda de Detroit” por un fotógrafo cercano a David Bowie, prestando su imagen para glosar las virtudes de una colonia de lujo. Un momento: ¡esto último también ha sucedido justo hace un mes!

Dos. Precisamente, Ian Curtis escuchó un álbum de Iggy Pop, The Idiot, momentos antes de colgarse en su cocina aquel 18 de mayo de 1980. Antes, había visionado una película, y aunque los nuevos datos nos podrían empujar a pensar que el filme fue Herbie va a Montecarlo o Fantasía, la elegida fue otra muy diferente: Stroszek, de Werner Herzog, película que narra las desventuras de un artista con tendencias suicidas. La cinta incluye la imagen de un pollo que baila y esa danza fue lo último que vio el músico antes de perder la cabeza.

La camiseta en cuestión, para la que se prevén pingües ventas especialmente en Europa, está inspirada en la portada del oscurísimo disco Unknown pleasures, una de las más icónicas portadas del punk y el pospunk. Creada por el brillante Peter Saville, una suerte de rock star del diseño, utiliza una fotografía de la Enciclopedia Astronómica de Cambridge para ilustrar las ondas emitidas por un púlsar, estrella de neutrones, en pleno colapso. Un año después se convertiría en una certera metáfora visual para el desenlace del líder de la banda para la que fue ideada. Aún estaría más funestamente acertado con la imagen escogida para la cubierta del disco póstumo del grupo, Closer, que recreaba un ambiente fúnebre que también empapaba todas y cada una de las canciones.

La trayectoria de Saville ha corrido en paralelo al de su crucial portada. Co-ideólogo de Factory Records, uno de los viveros de las ideas más dementes y asilvestradas, entregaba siempre tarde sus diseños (el primer póster del sello llegó justo horas antes de la presentación). Su dimensión comercial no parecía ser demasiado halagüeña, si bien se granjeó un nombre como artista de culto en la cultura ácida de esa época, una proyección en la que colaboraron apuestas tan arriesgadas como la de la portada del álbum The Return of the Durrutti Column, fabricada con papel de lija para que la obra no pudiera ser colocada al lado de ninguna más. Aun así, el artista es ahora una estrella maisntream e incluso se le encargó el diseño de la camiseta de la selección inglesa de fútbol.

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