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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Los reyes de la conveniencia

Diego A. Manrique
Festival en Miami de los llamados 'millennials'.
Festival en Miami de los llamados 'millennials'.

Oigo suspiros de alivio en la industria de la música. Un coro eufórico que repite variaciones sobre el “ya hemos tocado fondo, ahora solo queda subir”. Lamento ejercer de aguafiestas pero tengo mis dudas: la generación que está entrando en el ruedo consume mucha música… sin pagar. Los millennials, nacidos sobre el 2000, han crecido en un entorno donde la música llega mágicamente a sus ordenadores o móviles. En general, jamás han comprado un CD y les costaría manejar un tocadiscos. Dan por hecho el acceso gratuito No les preocupa la pérdida de calidad sonora —compresión, escasa dinámica, saturación de volumen— del MP3; de hecho, intuyo que, sometidos a una prueba a ciegas, lo preferirían a soportes de mayor fidelidad.

Como el dúo noruego que nos visita en los próximos días, los “milenarios” son los Kings of Convenience. La conveniencia, la comodidad, tal es el factor esencial: creen tener toda la música (entiéndase “la música que les interesa”) en todo momento, aunque sea a través de altavoces ridículos o auriculares dañinos para el oído. La sospecha: esa ubicuidad ha generado una devaluación; difícil apasionarse por algo tan accesible y barato como el agua.

Los millennials, según la compañía brasileña BOX1824, especializada en el estudio de comportamientos y tendencias.

Reconozco estar especulando. Lo solía discutir con los capos de la SGAE y Promusicae, cuando andaban emperrados en aquella inútil batalla contra “la piratería”. Sería indispensable, sugería, conocer quiénes son los pirateadores, sus argumentos y cómo usan la música adquirida “ilegalmente”. Pero un estudio científico semejante, me respondían, resultaría muy caro. No sabíamos entonces que la SGAE llegó a pagar a Iñaki Urdangarín y Diego Torres unos 750.000 euros por unos informes banales sobre la imagen de la entidad.

Se me dirá que entre los millennials también hay una minoría de musiqueros. Cierto. Intercambio mensajes con miembros de ese sector: aseguran que gastan dinero (“más del que debiera”) en vinilos, libros y revistas musicales, conciertos, merchandising. Alguno alega una curiosa distinción moral. Ningún inconveniente en ejercer de sanguijuelas de los artistas clásicos o de las megaestrellas, “están montados en el dólar”. Prefiere dedicar su dinero a grupos nuevos, con necesidad de apoyo; hasta invierte en micromecenazgo.

Sobre todo, insisten, apuestan por el directo. Me citan las multitudes que convocan los grandes festivales, pero aceptan que gran parte va por la fiesta. Puntualizan que el fervor melómano de los “milenarios” se manifiesta en que copan las actuaciones bajo techo, en clubes o teatros. ¿Es así? He repasado los perfiles de las 89 víctimas del Bataclan parisino; asumo que los Eagles of Death Metal eran, partiendo de la ironía del nombre, un posible grupo para millennials. Pero allí cayeron bastantes más treintañeros que veinteañeros. Añadiría un detalle: se pueden contar con los dedos de una mano los martirizados que tenían aspecto de hipsters o rockeros; la mayoría parecía, ya me entienden, “gente normal”. Va a resultar que tampoco existen verdaderamente las tribus urbanas.

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