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Los drones, a la conquista del cielo español

Alejadas del vestigio militar, las aeronaves no tripuladas ya pueden surcar nuevos horizontes

Laura Delle Femmine
Un dron en maniobra de rescate de altura en Madrid.
Un dron en maniobra de rescate de altura en Madrid. Rafa Albarrán

Jeff Bezos ha vuelto al ataque. Hace unos días, el controvertido fundador de Amazon relanzó la idea de emplear pequeños aviones no tripulados para repartir pedidos. Pero esta vez ha osado dar un paso más y ha exigido autorización para probar la eficacia de sus pequeños pájaros metálicos al aire libre, amenazando a los organismos estadounidenses con llevarse la iniciativa fuera del país frente a una eventual negativa. En España, quizá se hubiese ahorrado el berrinche.

Porque si la Administración Federal de Aviación (FAA, en sus siglas en inglés) se está apenas asomando al sector, los drones españoles ya han despegado: el Gobierno publicó, el pasado 5 de julio, un marco regulatorio temporal para el uso civil de aeronaves no tripuladas inferiores a los 150 kilos —las de peso superior están sujetas a legislación comunitaria—. Un alivio para el sector mientras se apruebe la norma definitiva, en principio, prevista para el próximo año. De momento, y bajo ciertas restricciones, los drones pueden realizar operaciones de investigación y desarrollo, extinciones de incendios, actividades de vigilancia, emergencia, búsqueda y salvamento, entre otras.

El Gobierno publicó, el pasado 5 de julio, un marco regulatorio temporal para el uso civil de aeronaves no tripuladas

“Hasta ahora había un parón absoluto en la industria”, explica el presidente de AERPAS, la Asociación Española de Sistemas de Vuelo Pilotados de Forma Remota, Manuel Oñate, quien recuerda que los únicos vuelos permitidos eran los de demostración o experimentación. “La normativa es provisoria, pero suficiente para que se produzca dinamismo en el mercado”, asegura.

Los drones estuvieron durante mucho tiempo enmarañados en el vacío normativo y salpicados por las peripecias de sus colegas militares —en particular el Predator y el Reaper, que se ganaron la fama de asesinos de los cielos a partir de las guerras de Afganistán e Irak—. El pistoletazo de salida lo dio la Organización de Aviación Civil Internacional (OACI), cuando en 2011 los equiparó a las aeronaves tripuladas y los puso bajo la legislación aeronáutica general. Desde entonces, la industria cogió carrerilla. Los legisladores nacionales, por otra parte, prohibieron su uso el pasado abril mientras se devanaban los sesos para esbozar un marco legal acerca de algo que desconocían.

CATUAV participó en un proyecto para detectar minas antihombre en Bosnia

“Aprendimos juntos”, confiesa David Fanego al recordar las conversaciones entre Flightech Systems, la empresa de la que es gerente, y la Agencia Estatal de Seguridad Aérea (AESA). Su FT-Altea, con un peso máximo al despegue de 80 kilos, es el único dron fabricado en España que posee el certificado de aeronavegabilidad. “Se ha abierto una oportunidad para todos”, afirma.

Solo los aparatos de más de 25 kilos necesitan certificado de aeronavegabilidad e inscripción en el Registro de Matrícula de Aeronaves, según el decreto, que distingue entre los inferiores a los dos kilos, hasta los 25 y con peso superior. Fanego explica que las oportunidades están tanto en las empresas como en la Administración. Estima que en España existen más de 400 aviones tripulados empleados por el sector privado para realizar trabajos aéreos: “Es un cálculo por defecto, pero son todos potenciales clientes. Nuestra empresa ha invertido 10 millones en una década y no ha vendido nada, pero con esta normativa ya estamos en la meta”.

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Todas las aeronaves, eso sí, deberán tener una placa de identificación y queda la prohibición firme de sobrevolar los núcleos urbanos. La AESA, sin embargo, asegura que en el texto definitivo se “establecerá bajo qué circunstancias y con qué requisitos se podrá volar sobre zonas pobladas”.

El dron para uso civil más grande hasta ahora fabricado en España brotó de las cenizas. Este titán de los cielos, con un peso máximo de 3.800 kilos al despegue y una capacidad de carga de 2.050 kilos, fue concebido después de que un piloto falleciera apagando un incendio. El SA-03 “sirve también para vigilancia y fumigación”, detalla Gabino Serrano, piloto de la compañía Singular Aircraft. “Cada litro de agua echado tiene una efectividad del doble o del triple y es una décima parte más barato: un avión tripulado cuesta unos 1.500 euros por hora, un dron 200”.

En España no existen estudios oficiales sobre la industria. “La falta de seguridad legal no es la base adecuada para montar un sector”, justifica Oñate. En una pantalla enseña una simulación de vuelo del K-150, uno de los drones que fabrica su empresa, Unmanned Solutions (USOL). “Desde la cabina de tierra se maneja todo”, explica. Oñate estima que hay actualmente unos 20 fabricantes, pero que “el ecosistema” comprende al menos 200 compañías. Según sus cálculos, en un par de años habrá entre 700 y 1.000 empresas, más de 10.000 pilotos y las oportunidades se concentrarán en la gama de aparatos inferiores a los 25 kilos.

La areonave no tripulada de uso civil más grande fabricada en España tiene un peso máximo de 3.800 kilos al despegue

La Comisión Europea, que está trabajando para integrar los drones en el espacio aéreo comunitario en 2016, reconoció el pasado abril la “dificultad en predecir el potencial” del sector. Sin embargo, recordó que en Francia —que reguló el uso comercial de estos aparatos en 2012— el número de operadores pasó de 86 a 400 en poco más de un año. Bruselas prevé que en una década la fabricación de drones civiles acapare el 10% de la facturación del sector aeronáutico, lo que supone un volumen de negocio de unos 15.000 millones de euros anuales, y la creación de 250.000 empleos para 2050.

“Desde fuera solo se ven los fabricantes”, precisa Oñate, “cuando es la parte más minúscula”. El gran potencial, asegura el presidente de AERPAS, está en las actividades colaterales. “Hay toda una cadena de valor, desde la formación de los pilotos —según el decreto, es suficiente cualquier licencia, incluso la de ultraligeros, o tener aprobada la parte teórica— y la industria auxiliar aeronáutica, donde España es fuerte, hasta los centros experimentales”, resume.

CATUAV lleva 10 años fabricando drones de menos de dos kilos con tecnología propia. “Estamos especializados en imágenes tecnológico-científicas: agricultura de precisión, temas urbanísticos, control de vertederos o de parques industriales”, resume Jordi Santacana, fundador y director de la compañía. En un proyecto impulsado por la Agencia Espacial Europea, sus aparatos sobrevolaron tierras bosnias para detectar las minas antihombre que quedan escondidas desde la guerra de los 90. “El proyecto más espectacular que realizamos en España fue una ortofoto de las zonas afectadas por el terremoto de Lorca”, confiesa. En este caso, la Administración “segregó” un espacio aéreo para que las aeronaves pudiesen operar.

Bruselas prevé que en una década la fabricación de drones genere un volumen de negocio de 15.000 millones de euros anuales

Pero CATUAV tiene otros negocios. La empresa, instalada en Moià (Barcelona), compró 2.500 hectáreas de terreno en 2012 para construir unas instalaciones abiertas a todos los centros de investigación y empresas privadas que quieran testar sus aparatos. “Es como con los automóviles: los prototipos no se prueban por carretera, sino en espacios adecuados”, aclara Santacana.

En Villacarrillo (Jaén) está ubicado el ATLAS, uno de los tres centros europeos para la investigación y el desarrollo de tecnologías de aeronaves remotamente tripuladas. “El proyecto costó más de cuatro millones de euros. Tenemos un espacio de 1.000 kilómetros cuadrados y una pista de 600 metros, ampliable a 800”, explica Anastasio Sánchez Bernal, director de la entidad. “Las empresas se pueden instalar en España para probar sus aviones”, apostilla.

A unos 400 kilómetros, en Moguer (Huelva), se erige el CEUS, una instalación experimental —pendiente de obtener autorización— para aparatos de más de 400 kilos, impulsada, como el ATLAS, por la Agencia de Innovación y Desarrollo de Andalucía (IDEA) y la Fundación Andaluza para el Desarrollo Aeroespacial. José Parejo, su director, es optimista: “El futuro de la aeronáutica es no tripulado, también para el transporte civil, pero hay que superar el miedo psicológico. Al término dron se le ha dado un significado despectivo, pero es como un bastón: sirve para apoyarse y también para pegar, depende del uso”.

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Laura Delle Femmine
Es redactora en la sección de Economía de EL PAÍS y está especializada en Hacienda. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Trieste (Italia), Máster de Periodismo de EL PAÍS y Especialista en Información Económica por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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