_
_
_
_
_
EL PULSO
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La nueva ola alimenticia se llama quinua

El llamado 'superalimento' ha pasado de cultivo infravalorado a nutriente para astronautas. La fiebre internacional amenaza a sus consumidores tradicionales más desfavorecidos

No sé cuándo empezó a suceder ni quién o qué lo propició (alguna institución bienintencionada, dos o tres empresarios visionarios o la NASA para incorporarla en el régimen alimenticio de sus astronautas), pero algo es evidente: tras milenios de estricto consumo andino, la quinua o quinoa está en auge a nivel mundial, seduciendo con sus propiedades nutritivas y con su versatilidad y sutileza. No sé tampoco si sea un entusiasmo pasajero, una moda más o si llegue a ser algún día tan consumida como el trigo o el arroz, pero ahora mismo, mientras deambulo por Toronto, la ciudad donde vivo, la quinua está en todas partes –en supermercados y restaurantes, en pastelerías y cafés–. No deja de ser perturbador para un boliviano acostumbrado a que su país irradie poco de sí mismo, alguien al que le consta que la producción y el consumo local están siendo afectados de forma severa por su inserción en la economía global.

Lo cierto es que en la Bolivia clasemediera de mi infancia era un cultivo infravalorado, aun cuando ocupara un lugar fundamental en la dieta de la población indígena. Dentro del país y fuera de él, muchos empezamos a saber ahora que la quinua puede cultivarse en diversas geografías y condiciones –en lugares fríos o cálidos, a nivel del mar o a 4.000 metros de altura, en tierras húmedas o secas–, que su calidad proteínica es extraordinaria porque contiene los nueve aminoácidos esenciales, que es rica en minerales y fibra y que está libre de gluten. Es decir, que se mire por donde se mire es un cultivo prodigioso que responde a las obsesiones nutricionales de la época, lo que explicaría la fiebre desatada. Algunos de los chefs más reconocidos de América y Europa la ofrecen como una exquisitez, y la ONU declaró 2013 “año mundial de la quinua”. Bolivia, el mayor exportador de quinua en el mundo, casi triplicó su producción en los últimos años.

Pero ese panorama luminoso tiene un reverso sombrío: la alta demanda internacional ha encarecido la quinua localmente y, paradojas de la modernidad y del libre mercado, ahora es cada vez menos accesible para los bolivianos. Es difícil no pensar en ellos en Toronto, donde la quinua parecería estar en todas partes. Por primera vez en su historia milenaria, el cultivo de la quinua en Bolivia se ve enfrentado a la demanda internacional, asomando el peligro de una producción poco sostenible y de la competencia industrializada, puesto que países tan disímiles como Estados Unidos, Dinamarca o India ya la producen. Es un escenario desafiante y no está de más subrayar que debajo de la fiebre abunda una incertidumbre inquietante para mi país.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_