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¿Es posible bloquear todos los anuncios de Twitter?

Tres golpes de dedo en el móvil permiten bloquear a un anunciante en la red social. Pero, ¿y si se bloquean todos?

Tom C. Avendaño
Fabrizio Bensch (CORDON PRESS)

A una red social se le puede medir la madurez mirando por dónde le llegan los ingresos: a las jóvenes, como Snapchat, no les entran por ningún lado y a las veteranas, de Facebook para abajo, les entran por demasiados. Dentro de este punto de vista Twitter se encuentra donde se encuentra en todos los demás: entre una cosa y la otra. Tiene un sistema de publicidad parecido al de Facebook, por el cual se fuerza la entrada de contenido comercial en el mismo sitio donde el usuario recibe la información a la que se ha suscrito (el timeline, por caer en el anglicismo). Pero es tan poco agresivo, tan poco intrusivo, que desprende una falta de vocación comercial propia de una red social más romántica. (No en vano, en un informe de beneficios reciente, Twitter valoró la presencia de un anuncio en 1.000 timelines en un dólar con 44 céntimos –1,03 euros–, que ya es menos que el dólar 49 céntimos –1,07 euros– que tenían por estas fechas el año pasado.)

El experimento requiere ir en contra de la lógica que Twitter pretende imponer: la de la que el usuario siga a más y más gente

Tan fuerte es este compromiso con la libertad del individuo que a éste le permite bloquear a los usuarios (marcas sería un sinónimo burdo pero adecuado) que ponen contenido patrocinado (publicidad) para no volver a ver sus anuncios. Estos usuarios se cuentan por miles y la tarea sería tan draconiana que la pregunta es prácticamente absurda, pero sin embargo merece la pena preguntárselo porque, al menos, define la personalidad de la red social más relevante del mundo: ¿Es posible eliminar todos los anuncios de Twitter?

La respuesta es un teórico: nadie podría hacerlo en la vida real porque los usuarios que suben contenido patrocinado crecen más rápido de lo que uno puede ir eliminándolos. El intento también requeriría ir en contra de la lógica que Twitter pretende imponer: la de la que el usuario siga a más y más gente. No hay más que ver lo fácil que marcar un tuit como Favorito o seguir a alguien. Un golpe de dedo y está hecho; bloquear a alguien requiere tres: darle a la foto de perfil de la cuenta que emite el tuit; una vez en su perfil pulsar la rueda de Más acciones de usuario y una vez ahí ya se le puede dar a Bloquear, que, por supuesto, está al lado de Seguir. Es decir que durante los dos primeros pasos uno no tiene ni la menor idea de adónde va.

Por una vez, el usuario se sentiría en control del proceso publicitario

Pero la idea es tentadora –y, a su manera, twitteriana: recuerda a cuando la red social era una empresa ruinosa llena de ingenieros anarquistas que querían darle voz al pueblo–; al menos lo suficiente como para explorarla un poco más. Lo primero sería reconocer al enemigo (si se puede llamar enemigo a algo que remunera a los responsables de un servicio que nosotros usamos de forma gratuita): los tuits patrocinados y las cuentas patrocinadas. Ambas pagan en función del rendimiento que generan. A Twitter no se le debe un céntimo hasta que alguien interactúa con ese tuit. En el caso de las cuentas, eso se traduce en seguidores nuevos que se consiguen gracias al contenido patrocinado. En el caso de los tuits, si alguien lo guarda en Favoritos o abre el enlace o lo retuitea. Las tarifas no son las mismas para todos: se fijan por subasta y en función de las interacciones que haya tenido en esa cuenta.

Partiendo de esa base, uno podría valerse de la aplicación Blocked by Me para ver a quién ha ido bloqueando en Twitter en este videojuego contra el anunciante. El resultado sería una imagen hasta conmovedora. Parecería el rastro de destrucción dejado atrás por un guerrero huno a su paso por Tracia, pero el reguero de víctimas pintríaa una imagen opuesta a la que se vive a diario. Por una vez, el usuario se sentiría en control del proceso publicitario. Su dedo tiene más poder que las inversiones en comunicación de empresas públicas, privadas, medios de comunicación, nuevos medios de comunicación, hamburgueserías, yogures probióticos, destilerías, bebidas isotónicas, películas de Hollywood, películas españolas, series de televisión, empresas telefónicas, fabricantes de coches y compañías petrolíferas.

Puede uno acabar con anunciantes más molestos que los que ha bloqueado y poner en riesgo la sostenibilidad de Twitter, pero como posibilidad, es fascinante

No son más que un porcentaje ridículo de cuentos ofrecen contendo patrocinado en Twitter. Es imposible alcanzar un mundo paradisíaco y exento de publicidad, aquel Génesis libre del pecado de los hombres que se creaba en Star trek. Y sí, puede uno acabar tragándose a anunciantes más molestos que los ha bloqueado. Puede tambiar estar de poniendo en riesgo la sostenibilidad de Twitter, que no es poco. Pero durante los meses que quiera mantener el experimento, será un hombre luchando por seguir su propio. Un guerrero abriéndose camino hacia un mundo mejor al que sabe que jamás llegará. Debe ser de lo mejor que se puede lograr con tres golpes de dedo. Es algo de una gran inmadurez como red social. Pero también es de una gran madurez.

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Sobre la firma

Tom C. Avendaño
Subdirector de la revista ICON. Publica en EL PAÍS desde 2010, cuando escribió, además de en el diario, en EL PAÍS SEMANAL o El Viajero, antes de formar parte del equipo fundador de ICON. Trabajó tres años en la redacción de EL PAÍS Brasil y, al volver a España, se incorporó a la sección de Cultura como responsable del área de Televisión.

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