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El voto kurdo dirá si Erdogan revalida su mayoría absoluta

Las encuestas apuntan al ascenso en las urnas del partido izquierdista y laico HDP

Andrés Mourenza
Recep Tayyip Erdogan, en Estambul este viernes.
Recep Tayyip Erdogan, en Estambul este viernes. MURAD SEZER (REUTERS)

Ahmed es el único de los limpiabotas alineados frente a la mezquita Nebi que continúa trabajando al caer la noche sobre Diyarbakir, en el sureste de Turquía. El resto se marcha, los negocios echan la persiana y el número de viandantes se reduce considerablemente en la ciudad vieja de la capital oficiosa del Kurdistán turco, mientras los blindados de la Policía patrullan las calles. El limpiabotas, en cambio, continúa arreglando botines y lustrando zapatos un rato más, mientras pega hebra con sus clientes, sentados en un taburete: “En Kobane (Siria), los barbudos han matado a muchos kurdos. Pero aquí, en Diyarbakir, nosotros también les hemos dado lo suyo a los barbudos”.

Con “barbudos”, Ahmed se refiere a los islamistas, metiendo en el mismo saco a organizaciones como el Estado Islámico, que opera en Irak y Siria; el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), la formación islamista moderada que gobierna en Turquía desde 2002, y otros grupos islámicos locales. Para el limpiabotas no hay diferencia, son todos “barbudos”. Él es simpatizante declarado de la principal formación nacionalista kurda de Turquía: el Partido de la Democracia de los Pueblos (HDP, izquierdista y laico), al que muchos llaman, simplemente “El partido”, por su fuerte implantación en todo el sudeste de Turquía y para no liarse con los sucesivos cambios de siglas que ha sufrido la organización. El cambio de nombre ha sido una constante para tratar de evitar que la Justicia turca ilegalizase el partido por sus lazos con el grupo armado PKK, que en las últimas tres décadas ha mantenido una guerra con el Estado turco, pero que actualmente negocia con Ankara una salida pacífica a este conflicto que se ha cobrado más de 40.000 vidas.

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La lucha contra el Estado Islámico durante el último año ha revelado a los kurdos como la mejor baza de Occidente en su lucha contra el yihadismo, y al mismo tiempo ha hecho florecer la identidad nacional de este pueblo sin estado tanto en Irak y Siria como en Turquía. Por si fuera poco, en este último país, los kurdos (un 15 % de la población) se han convertido en el actor clave de las elecciones generales que se disputarán el próximo 7 de junio, a las que se llega en un ambiente de gran polarización.

El pasado octubre, cuando el HDP llamó a sus seguidores a tomar las calles para condenar la falta de apoyo del Gobierno turco a los kurdos de Siria ante la amenaza del Estado Islámico, los enfrentamientos se extendieron por toda la región, dejando 42 muertos. En los meses siguientes, los choques con otros partidos —islamistas y ultranacionalistas turcos— se han reproducido de forma esporádica, dejando otra docena de muertos por el camino. Y todo esto ante la aparente pasividad del Gobierno. “Quizás, lo que quiere el Estado es que nos enfrentemos entre nosotros”, opina Vedat Turgut, dirigente del Hüda-Par, una nueva formación fundamentalista que trata de arrebatar al HDP el voto kurdo incidiendo en la religión.

Desde luego, al AKP le interesa inculcar la idea de que el HDP es un partido violento que “amenaza a los ciudadanos”, en palabras del primer ministro, Ahmet Davutoglu. “El HDP quiere erigirse en representante único de los kurdos, e imponer un régimen despótico como el de Corea del Norte”, crítica Seref Aydin, el vicepresidente del AKP en Diyarbakir.

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Para el periodista Fehmi Tastekin, el AKP está “jugando a enfrentar a kurdos contra kurdos” a fin de sacar rendimiento político

Otra de las estrategias del partido gobernante está siendo inflamar los sentimientos religiosos de la conservadora región kurda, usando el islam —que comparten turcos y kurdos— como antídoto del “separatismo” del HDP, al que el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha acusado, entre otras cosas, de promover el “zoroastrismo” y de ser “ateo” y “antiislámico”.

Para el periodista Fehmi Tastekin, el AKP está “jugando a enfrentar a kurdos contra kurdos” a fin de sacar rendimiento político. Podría parecer incongruente cuando, hasta hace unas semanas, las negociaciones de paz ente el Gobierno islamista moderado, el grupo armado PKK y los nacionalistas kurdos parecían muy maduras, pero se trata de un ejercicio de supervivencia política para el AKP. Si el HDP logra unos buenos resultados en las elecciones generales del 7 de junio, ello supondrá el fin de la hegemonía de los islamistas moderados.

Para tener éxito, el HDP debe atraerse no sólo a los kurdos más conservadores, que apoyan a partidos islamistas, sino también a parte de la izquierda turca. Pero su implantación fuera de las zonas kurdas no está exenta de problemas: en los meses previos a las elecciones se han registrado 88 ataques a sedes y casetas electorales de los nacionalistas kurdos, varios de ellos con armas de fuego y dos con paquete bomba, que han dejado un total de 36 heridos. “Estamos tratando de tomar medidas y pidiendo a nuestras organizaciones juveniles que estén tranquilas y no respondan. Porque sabemos que el AKP busca provocarnos”, sostiene el diputado del HDP Ertugrul Kürkçü.

En Turquía existe una de las barreras electorales más altas del mundo (un 10 %, frente al 3 % de España), herencia de la dictadura militar que gobernó el país a inicios de la década de 1980 y uno de cuyos objetivos es apartar a los nacionalistas kurdos del Parlamento. En anteriores elecciones, el partido kurdo usó un truco: presentó a sus candidatos como independientes por provincia, para los que no rige la cota del 10 % y, así, en las dos últimas legislaturas ha podido contar con una treintena de diputados. Pero, esta vez, el HDP quiere competir de igual a igual con el resto de partidos políticos turcos, como modo de demostrar su fuerza, y se presenta a las elecciones en toda Turquía. Es una maniobra arriesgada, pues si le sale bien (las encuestas lo sitúan con una intención de voto de entre el 9 y el 11 %) podría doblar su número de escaños y el AKP perdería así el dominio del hemiciclo. En cambio, si fracasa y no entra al Parlamento, entregará en bandeja al partido fundado por Erdogan su cuarta mayoría absoluta consecutiva.

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