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Sekg lee la mente

La empresa barcelonesa lanza aplicaciones que descifran la actividad cerebral y actúan según las necesidades

Jessica Mouzo
Aleix Canals, fundador de Sekg.
Aleix Canals, fundador de Sekg.MASSIMILIANO MINOCRI

La tecnología avanza un paso más en su afán de servir a las personas. Su integración en el día a día de la gente empieza a alcanzar las esferas más íntimas del ser humano y ya es capaz de entrar en el espectro emocional y actuar de una u otra forma según las necesidades de las personas. La informática ha dado este paso adelante auspiciada, entre sus investigadores, por Sekg, una empresa barcelonesa que ha diseñado aplicaciones informáticas que leen la actividad cerebral de los humanos y responden a sus emociones. Dos ingenieros informáticos son los encargados de enseñar a las máquinas a captar la alegría, la tristeza, el estrés y hasta la falta de interés de las personas.

“Creamos productos que se adapten a ti, entendiendo tus preferencias, necesidades, deseos y estados de ánimo. Queremos conseguir hacerte la vida más fácil y queremos conseguirlo educando a las máquinas a entenderte mejor para poder ofrecerte lo que necesitas, cuándo y cómo lo necesitas”, reza la carta de presentación de Sekg, la startup tras la que se esconden Aleix Canals y Karim Ennakhli. Financiados por “amigos, familia y fondos propios”, los investigadores han diseñado toda una retahíla de prototipos y aplicaciones informáticas que leen la mente y los sentimientos de sus usuarios.

A través de la técnica del biofeedback – que consiste en controlar en tiempo real las funciones fisiológicas del cuerpo relacionadas con el sistema nervioso-, las aplicaciones que crean los informáticos captan la frecuencia cardíaca, la tensión o las ondas cerebrales del usuario y responden a esos estímulos de forma que ayuden al usuario a mejorar su salud o su rendimiento. “Somos capaces de evaluar cómo se perciben distintas actividades. Somos especialistas en capturar y analizar las reacciones emocionales de las personas”, apunta Canals.

Financiados por “amigos y  familia”, han diseñado varios prototipos

La empresa, que está en plena expansión y cuenta con un millar de usuarios de sus aplicaciones en todo el mundo, actúa en tres áreas de mercado. A través de una diadema o unos cascos que leen la actividad cerebral, los informáticos evalúan contenidos de películas, programas o spots publicitarios para “captar lo que siente el espectador en cada segundo”, explica Canals. “Le ponemos el dispositivo al espectador y encendemos la película que queremos ver. Así captamos sus niveles de atención, de estrés, sus puntos emocionales… Podemos ver cómo reacciona en todo momento”, concluye. La idea es, según los fundadores de la empresa, que esta aplicación sirva como un servicio de consultoría a medida para empresas de contenidos, productos o servicios.

Los informáticos también han desarrollado aplicaciones más dirigidas al mundo sanitario. Con el asesoramiento de psicólogos y pedagogos, Canals y Ennakhli han puesto en marcha unos prototipos que evalúan la evolución en los tratamientos de personas que padecen déficit de atención.

“Captamos el ritmo cardíaco, la respuesta galvánica de la piel o la actividad cerebral de los pacientes para ver cuál es su nivel de atención y ayudamos a los psicólogos y pedagogos para ver cómo funciona el tratamiento”, explica el dueño de Sekg. La empresa ha conseguido convenios con una universidad catalana y un colegio de Barcelona para desarrollar el prototipo.

"Captamos el ritmo cardíaco o la actividad cerebral de los pacientes", explica el dueño de la empresa

Sekg también ha creado aplicaciones que ayudan a mejorar la concentración de las personas e incluso a cambiar el estado de ánimo. Los ingenieros han diseñado un prototipo móvil que ayuda a mejorar el rendimiento en actividades que requieran mucha atención a través de sensores que registran su actividad neuronal y ponen sobre aviso al usuario cuando bajan sus niveles de concentración.

Canals y Ennakhli han comenzado a comercializar aplicaciones que ayudan a controlar los niveles de atención durante el estudio y prototipos que monitorizan los índices de relajación y ayudan a cambiar el estado de ánimo. “La idea es que la tecnología haga la vida más fácil. El problema o el peligro no es que la máquina nos entienda, sino que sepa adaptarse a nuestro estado de ánimo”, advierte Canals, que rechaza la posibilidad de que sea peligroso “enseñar” a los aparatos informáticos a entender las emociones humanas.

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Sobre la firma

Jessica Mouzo
Jessica Mouzo es redactora de sanidad en EL PAÍS. Es licenciada en Periodismo por la Universidade de Santiago de Compostela y Máster de Periodismo BCN-NY de la Universitat de Barcelona.

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