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El iPad chino pesaba varios kilos

Proview enseña su modelo de ordenador con el nombre de la tableta, con un sospechoso parecido al Mac

El iPad de Proview del año 2000.
El iPad de Proview del año 2000.

Es posible que Apple copiase el nombre "iPad" y luego se olvidara de pagar los derechos para comercializarlo en China; pero ahora es evidente que el producto del gigante tecnológico no tiene nada que ver con el que ideó, bajo la misma denominación, la empresa que exige a los de Cupertino más de 1.200 millones de euros por utilizar en China la marca que registró en el año 2000.

Proview finalmente ha dado la cara en Pekín, y hoy ha mostrado en una conferencia de prensa más datos sobre su máquina, un Internet PC de 32 megas de memoria de sistema y hasta 20 gigas de disco duro, cuyo coste de fabricación era, en aquel tiempo, de unos 300 dólares.

Proview asegura que en su desarrollo invirtió 30 millones de dólares, y que ha fabricado 20.000 unidades de este iPad que no llegó a ser lo que el mundo conoce por ese nombre

La empresa asegura que en su desarrollo invirtió 30 millones de dólares, y que ha fabricado 20.000 unidades de este iPad que no llegó a ser lo que el mundo conoce por ese nombre. “La verdadera vida del Internet PC acaba de comenzar y ya es indispensable para nosotros”, se puede leer en los folletos publicitarios que Proview imprimió, con abundancia de faltas gramaticales, en el año 2000 para el lanzamiento de su ordenador, un producto que iba a tener “gran impacto en la historia del ser humano”.

Lo curioso es que el diseño de este ordenador de mesa tiene un parecido sospechoso con un modelo que Apple había desvelado poco antes, un hecho que ha provocado la airada reacción de los chinos que estos días han estado defendiendo la demanda de Proview. “¡Así que el iPad no era más que una copia ‘shanzhai’ de un Mac! Merecen que Apple les ponga ahora una demanda a ellos”, bramaba esta mañana un usuario de Sina Weibo, el microblog más popular de China, en un mensaje que ya se ha divulgado más de 20.000 veces.

La empresa taiwanesa anuncia su intención de llevar el juicio fuera de las fronteras de China

Por si fuera poco, han salido a la luz varios correos electrónicos que podrían probar la existencia de un acuerdo previo, firmado en 2009, sobre los derechos de la marca, tal y como asegura Apple en su defensa. Y algunos internautas incluso han compartido un certificado de registro  según el cual ya habrían expirado los derechos de Proview sobre el copyright de ese nombre.

Pero la empresa taiwanesa ha debido de pensar que la mejor defensa es un ataque, porque hoy ha anunciado su intención de llevar el juicio fuera de las fronteras de China, donde los iPad han sido retirados de la mayoría de los establecimientos autorizados. Cabe la posibilidad -cada vez más remota a la luz de los acontecimientos- de que los agentes aduaneros impidan la salida de aparatos destinados a la exportación.

Ahora la ilegalidad se encuentra en la “empresa fantasma” -la británica IP- que creó Apple para comprar unos derechos que “se habían comprometido en no utilizar para competir con Proview”.

Proview está empeñada en llevar el litigio hasta el felpudo de Apple, y no importa que esté en bancarrota, porque este asunto podría salvar a la empresa. “Estamos a la espera de elegir entre tres bufetes de abogados estadounidenses”, ha anunciado hoy Li Su, representante en China de la compañía taiwanesa, conocida sobre todo por la fabricación de pantallas táctiles.

Según Li, ahora la ilegalidad se encuentra en la “empresa fantasma” -la británica IP- que crearon los de la manzana para comprar unos derechos que “se habían comprometido en no utilizar para competir con los productos de Proview”. Uno de los socios de la empresa en Hong Kong, Yang Rongshan, ha añadido que Apple debe ofrecer una compensación justa, y ha advertido de que, si no lo hace, “no usará la marca en China”.

Independientemente del resultado que pueda tener este serial jurídico, el daño ya está hecho. Las pérdidas económicas son abultadas, y el asunto lanza un peligroso mensaje a las empresas tecnológicas extranjeras que producen y venden en China. Porque, muchas veces, no registran todas las denominaciones y los logotipos en el gigante asiático, o lo hacen después de que algún oportunista se les haya adelantado. No hay que olvidar que, además de una base manufacturera barata y de un mercado jugoso, irónicamente China también es el paraíso de la piratería y de la violación de la propiedad intelectual.

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