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El gran pelotazo de Sequoia

Los 60 millones de dólares que puso en WhatsApp hace tres años se han convertido en 3.400

Michael Moritz.
Michael Moritz.

¿Cómo convertir 60 millones de dólares en 3.400 en solo dos años? Pregúntenselo a Michael Moritz. El inversor es uno de los cerebros de Sequoia Capital, la firma de capital riesgo de Silicon Valley, que tiene más muescas en su historial que un revólver de Clint Eatswood en su época de spaguetti western. Sequoia es la misma historia de Silicon Valley. Ellos dieron dinero para poner en marcha empresas míticas de Internet, de Yahoo a Google, pasando por Apple, Kayak, Paypal, Linkedin, Youtube y, cómo no, WhatsApp.

En 2011, Sequoia apostó por la mensajería instántanea de dos ex de Yahoo, pese a la pinta excéntrica de un ucraniano y su amigo americano. El servicio se llamaba WhatsApp y era como un SMS, pero mejor y gratis. Pese a ser gratuito, Sequoia les dio 60 millones de dólares, que hoy se han convertido en 3.400 millones de esa valoración total de la compañía de 19.000 millones de dólares.

Sequoia (creada en 1972 por Dom Valentine) es una  de las decenas de firmas de capital riesgo centradas en los que se cuece en Silicon Valley; uno de los tres pilares que hacen que ese rincón de California sea único en el mundo: por un lado la educación, con las universidades de Stanford, principalmente, y de Berkeley, en el otro lado de la bahía, como grandes reclamos; el otro pilar es la la libertad, el ambiente, la facilidad para que la gente que quiera emprender algo pueda hacerlo, pero sin la tercera pata, sin el dinero, poco se puede hacer.

La fuerza de Silicon Valley logró romper el monopolio financiero de Wall Street y los bancos de la Nueva Inglaterra. Para pedir dinero no había que viajar a Washington (ni siquiera para pedir favores políticos). En Sand Hill Road, una autopista con nombre de calle, se concentran una docena de cabañas de madera, que, en principio, parece un anónimo motel si no fuera por la calidad de los coches en su aparcamiento. En cada cabañita hay  infinidad de puertas y en cada puerta cantidad de nombres y de placas, todas ellas firmas inversoras. Una de ellas, Sequoia Capital, la vida misma de Internet.

Sus éxitos son muchos, pero los fracasos, aún más. Los empleados de estas firmas se dedican a recibir incansablemente a creadores de start ups que buscan deseperadamente dinero. La criba es brutal; apenas una de cada veinte llega a traspasar la puerta, y de esas solo una décima parte consigue el dinero, y de esas solo varias de cada diez, el capitalista recuperará el dinero con creces. Pero vale la pena, porque  en esos casos, la inversión se multiplica 57 veces en apenas en unos años. Es lo que le ha sucedido a Sequoia con WhatsApp, el último gran pelotazo. 

 

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