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Glio, la ‘startup’ estrella de Brasil

La red de experiencias de consumo fue la primera latinoamericana apadrinada por YCombinator en Silicon Valley

Felipe Betim
Los fundadores de Glio, Roberto Riccio y João de Paula.
Los fundadores de Glio, Roberto Riccio y João de Paula.

Todo comenzó en un espacio de trabajo en equipo. Uno estudió Administración de Empresas, y el otro, Derecho. Durante varios meses las novelas fueron sustituidas por libros sobre programación y emprendimiento. Así fueron los primeros pasos de los brasileños Roberto Riccio y João de Paula para crear Glio, una red social inaugurada en abril de 2012 donde se comparten experiencias de consumo en cualquier tipo de establecimiento: bares, restaurantes, cines, tiendas...

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Las jornadas de trabajo, que podían ser de hasta 15 horas diarias —fines de semana incluidos—, fueron luego trasladadas a una minúscula sala de una universidad de Rio de Janeiro. Y de allí volaron directamente a Silicon Valley (California), para ser la primera startup latinoamericana de YCombinator, una aceleradora de empresas que invierte dinero, ofrece consejos y busca inversores para impulsar el negocio.

Riccio y De Paula, ambos de 25 años de edad, siempre cuentan la misma historia. “Descubrimos libros excelentes tras leer los comentarios de lectores que compran en Amazon. Pensamos que lo mismo podría aplicarse a la hora de encontrar buenos bares o tiendas”, explican en una entrevista por Skype. Esta simple constatación fue suficiente para que dejaran las promesas de una vida estable —“en esa época ya trabajaba en un despacho de abogados”, cuenta De Paula— para arriesgarse en el mundo de las startups. Los dos juntaron sus fuerzas en septiembre de 2011 y, en abril de 2012, inauguraron oficialmente Glio.

Glio es una ventana abierta. Cualquier internauta puede buscar un buen restaurante para cenar con sus amigos, un bar para celebrar su cumpleaños, un buen gimnasio en su barrio e incluso una Pet Shop cerca de casa para acicalar al perro… Todas las posibilidades de consumo están ahí. A un solo clic. Pero si uno también quiere escribir críticas o comentarios, basta con utilizar el acceso de Facebook para acceder a esta guía, que es también una red social: cada usuario tiene un perfil, un grupo de seguidores y ganan puntos conforme escriben sus evaluaciones. Pueden ser tanto positivas como negativas, la única exigencia es que tengan calidad.

El impulso inicial lo dieron utilizando sus ahorros, aproximadamente 10.000 euros. En principio, solo estaban registrados en Glio los vecinos de Río de Janeiro. Un año después, todo cambió, la pareja fue llamada para la entrevista de YCombinator, el acelerador de empresas donde también estuvieron Dropbox y Airbnb

No fue fácil. Los fundadores de Glio lo habían intentado tres veces antes de ser aceptados por YCombinator. "Solo el 1% de los que se inscriben son llamados. Es mucho más fácil entrar en Harvard", asegura Riccio. Las etapas son, sin embargo, muy sencillas: hay que enviar una carta y un vídeo de presentación y, tras pasar ese primer filtro, llaman para una entrevista de diez minutos. "Juzgan principalmente la parte humana. Quieren, por ejemplo, ver si la persona es honesta". Riccio y De Paula fueron los primeros latinoamericanos admitidos. Y a Mountain View, en el centro de Silicon Valley, se fueron.

Glio tiene 11.000 usuarios registrados y 160.000 visitas al mes.
Glio tiene 11.000 usuarios registrados y 160.000 visitas al mes.

Allí, cerca de las sedes de Google y Facebook, los dos brasileños recibieron una pequeña inversión —unos 15.000 euros— de YCombinator para impulsar la empresa. El programa incluía cenar cada martes con “personas inspiradoras” del área, y una conversación en grupo cada dos semanas. Y trabajo, mucho trabajo. Los participantes en el programa tienen que demostrar constantemente los avances del negocio. La idea es crecer mucho en poco tiempo. Al final de los tres meses de programa, demuestran, ante posibles inversores, el funcionamiento de la empresa.

Riccio y De Paula se quedaron en Mountain View hasta el final del año, convenciendo a inversores de que apostaran por Glio: al contrario que Yelp, una página similar que se popularizó por todo el mundo, esos dos brasileños quieren centrarse en su país. “El objetivo final es América Latina. Hay una demanda enorme de servicios de calidad aquí, y el conocimiento del mercado local es una ventaja que tenemos”, explica Riccio. Al final, 26 inversores decidieron apostar por la empresa. ¿Pero cómo ganar dinero? “La idea que tenemos es hacerlo con la publicidad local; es decir, que un establecimiento pague por anuncios, integrados en las propias evaluaciones de la página web, para que la vean los consumidores que buscan lugares similares”, explica De Paula.

Para eso, lo importante es crecer. “Es nuestro objetivo a corto y medio plazo. Solo pagarán por publicidad si hay mucha más gente que utiliza nuestro servicio”. La página web está en constante transformación y ya se expandió a Niterói, un municipio vecino de Río, y a São Paulo. Tiene versión para móvil y una aplicación para iPhone —en breve, también para Android—. “Lo principal que hemos aprendido es que el activo fundamental de una startup es el tiempo. Lo necesitamos porque estamos siempre haciendo experimentos y probando hipótesis. Cambiamos todo el rato, todos los días”, explica Riccio. “Una de las cosas que hemos constatado es que los visitantes valoran más la calidad de las evaluaciones que la experiencia de la red social”.

El tiempo para poder crecer es la principal diferencia entre estar en Río o en Silicon. “En Brasil, tenemos hábitos culturales que no favorecen al emprendedor. Por ejemplo, la burocracia. Cualquier trámite tarda un montón y es caro”, sostiene Riccio. “Silicon es distinto incluso del resto de Estados Unidos. La gente está muy centrada en un objetivo... y la forma de comunicarse, la velocidad… Todo es diferente. Una persona que paga un MBA no tiene la experiencia que tuvimos nosotros”, finaliza.

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Sobre la firma

Felipe Betim
Nacido en Río de Janeiro, ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Escribe sobre política, temas sociales y derechos humanos entre otros asuntos. Es licenciado en Relaciones Internacionales por la PUC-Río y Máster de periodismo de EL PAÍS/Universidad Autónoma de Madrid.

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