_
_
_
_
_

El futuro no es futurista

El 2015 que se avecina no se parece mucho al que vivió Marty McFly en ‘Regreso al futuro 2’. ¿Y los monopatines voladores?

Michael J. Fox en su papel de Marty McFly en 'Regreso al futuro 2'.
Michael J. Fox en su papel de Marty McFly en 'Regreso al futuro 2'.Cordon Press

Solemos celebrar que un autor de ciencia-ficción en realidad esté hablando de nuestro presente cuando supuestamente está describiendo nuestro futuro. A lo mejor estamos premiando algo que es inevitable. ¿Acaso es posible proyectarnos al futuro sin cargar con las neuras y cerrazón del presente? En Regreso al futuro, los años cincuenta que veíamos eran una evocación de un pasado idílico que solo podría darse desde la ingenuidad política de los años ochenta. Si la película se rodase ahora, Marty McFly se enfrentaría a unos años cincuenta pos-Mad Men llenos de sombras y humo. De igual manera, el futuro imaginado en Regreso al futuro 2 funciona, más que como una especulación, como el retrato perfecto del furor consumista de la década que iba a empezar, los ruidosos noventa.

El autor, Nacho Vigalondo, director de 'Open windows'.
El autor, Nacho Vigalondo, director de 'Open windows'.Thomas Canet

¿Qué tiene que ver el 2015 de Regreso al futuro 2 con el 2015 que nos espera? Teniendo en cuenta que la película retrataba la plaza de una pequeña ciudad como si fuese un parque de atracciones para la clase media, podemos decir que nada.

Un Hill Valley 2015 ajustado a la realidad nos mostraría la plaza del pueblo como un lugar igual de árido que su contrapartida en el lejano Oeste. La mayor parte de establecimientos se habrían trasladado a un centro comercial en las afueras y muchos locales estarían cerrados y vacíos, eternamente a la venta. Sí, el Hill Valley del 2015 es el pueblo que atisbábamos al comienzo de Perdida.

Por ejemplo, el tiburón holográfico que ataca a Marty McFly es de los gadgets de la película que más cerca están de la realidad, entre las gafas Oculus Rift, la evolución del 3D y la realidad aumentada, pero está ubicado en uno de los sitios más imposibles de toda la película: una sala de cine en el centro del pueblo.

Tampoco tendremos a mano coches y monopatines voladores, este último uno de los artilugios futuristas más deseados de todos los tiempos. Los drones nos han explicado algo que ya sabíamos: para que una tecnología semejante invada el mercado doméstico antes ha debido ser desarrollada con fines militares. Soñad con monopatines, triciclos, bicicletas y coches voladores cuando ya llevemos un año, como mínimo, viendo soldados hacer piruetas en el aire en Oriente Medio.

Tampoco llegarán a tiempo las ropas con tallas ajustables al cuerpo que vemos en la película. Las grandes firmas todavía están invirtiendo demasiado en fomentar el proceso inverso, el de que los cuerpos se ajusten a las tallas.

En definitiva, nuestro 2015 no se va a parecer al futuro imaginado. Aunque si hay que apostar, apuesto por la pizza que crece en un suspiro. Un momento... ¡¿Tenemos wi-fi y no tenemos eso?!

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_