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Un dron pensado para la realidad virtual

Parrot Disco cuenta con piloto automático, despegue sencillo y aterrizaje controlado

Parrot se inspira en el mito de Dédalo e ícaro para presentar su nuevo dron, Disco, que se mostró por primera vez en enero como un prototipo, llegará a las tiendas dentro de un mes. Costará 1.299 dólares y se posiciona como una propuesta muy distinta a la mayoría de los drones en el mercado de consumo. No pretenden entrar en el segmento profesional, pero sus tomas, de alta definición pueden emplearse para grabar vídeo de calidad. La diferencia estriba en varios puntos.

El primero, y más llamativo, que incluye unas gafas de realidad virtual, a medio camino entre las de Google y Oculus de Facebook, permiten recrear los vuelos del dron. Todos los vídeos de la cámara que viene integrada en el aparato se pueden consumir en este formato. Graba en alta definición y cuenta con una memoria interna de 32 gigas. Henri Seydoux (París, 1960), consejero delegado de Parrot, cree que este formato va a seguir creciendo y va a necesitar más y más horas de vídeo de calidad. “No solo para temas profesionales, sino también para enseñar lugar a los amigos, hacer montajes, desconectar mientras se escucha música… Nosotros resolvemos, con un solo aparato, el problema de la grabación, montaje y proyección”, subraya.

La autonomía del avión es de 45 minutos y alcanza una velocidad máxima de hasta 80 kilómetros por hora. El dron, que se conecta con el móvil a través de una red wifi, puede moverse en una distancia de hasta dos kilómetros.

En el paquete, además de las gafas, viene un mando en el que se conecta el móvil. Ya sea iPhone o Android. Tras instalar una aplicación no hace falta saber mucho más para comenzar a volar. El autopiloto es tan sorprendente como práctico. Bordea obstáculos, evita choques y permite relajarse al piloto. Se ha hecho un esfuerzo por eliminar los dos momentos más delicados: despegue y aterrizaje. Para el primero basta con pulsar un botón del mando que activa el motor y enviarlo suavemente con un movimiento similar al que se haría con un disco, el popular frisbee de playa. Para aterrizar, otro botón lo trae de vuelta con suavidad y simula la pista de los aviones comerciales. Es necesario contar un con un área plana y abierta antes de hacer que vuelva y necesita unos 40 metros planos para evitar sustos y golpes.

La estructura del avión rompe con la tónica habitual. En lugar de contar con entre cuatro o seis hélices, solo tiene una trasera. La inspiración viene de los aviones de papel. En el mundo real se traduce en un cuerpo central de pico afilado en cuyo abdomen se esconde la batería. En la parte inferior, un motor, la hélice sería la cola y en el pico se esconde la cámara. Las alas de poliespán son intercambiables. Si se rompe, se desencajan y se ponen nuevas. Parrot va a ofrecer recambios en su página web y también en tiendas físicas.

Costará 1.299 dólares y se posiciona como una propuesta muy distinta a la mayoría de los drones en el mercado de consumo

Es fácil de montar y desmontar, se puede llevar en una mochila y, lo más importante, muchas de sus piezas se pueden reponer. El directivo cree que es clave para la industria ofrecer estas facilidades al consumidor. “No queremos que se compren un dron y se quede en el armario, sino que se saque y se disfrute", dice.

Parrot, firma francesa con vocación global, se dio a conocer por su capacidad para crear aparatos conectados a través de bluetooth. Poco a poco han ido ampliando catálogo a drones, cámaras de vigilancia y algunos aparatos curiosos como un sensor para plantas. Su consejero delegado ha confirmado a EL PAíS que pronto estará en el mercado una versión más avanzada, capaz de decir a través del móvil si el cultivo necesita más agua, nutrientes, luz o cualquier cuidado adicional.

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