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La tumba de ‘E.T.’ se busca en el desierto de Nuevo México

Un equipo de arqueólogos trata de exhumar 3,5 millones de cartuchos del mayor fiasco comercial de la historia de los videojuegos

Iván de Moneo

Es muy difícil decir cuál es el mejor videojuego de la historia, pero la respuesta es casi unánime cuando se trata de señalar el peor de todos los tiempos. ET, el extraterrestre (1982) es, para los incautos que lo compraron, la peor experiencia que han tenido con un mando en las manos. Han pasado más de 30 años, pero su recuerdo perdura en la mente de los aficionados más veteranos, y más aún cuando sigue envuelto en uno de las mayores misterios de la industria de los videojuegos, una suerte de leyenda urbana que ha ido pasando de generación en generación. ¿Es verdad que Atari decidió sepultar hasta 3, 5 millones de copias bajo las arenas del desierto de Nuevo México, en un intento de enterrar para siempre (nunca mejor dicho) la fallida adaptación al pixel del clásico de Steven Spielberg?

Entre los expertos en antropología del videojuego ha habido posiciones encontradas, pero al menos de manera oficiosa -Atari nunca quiso confirmar ni desmentir el hecho- se ha impuesto el mito popular de que, efectivamente, bajo el suelo de Alamogordo, una ciudad sureña desangelada en mitad del desierto, yacen prensados miles de cartuchos de la vieja Atari 2600, herida de muerte en 1983 tras fiascos como E.T. o la adaptación del comecocos Pac Man, cuyas copias sobrantes podrían estar enterradas en el mismo silo.

Bajo el suelo de Alamogordo se dice que yacen prensados miles de cartuchos de la vieja Atari 2600

Tras sortear múltiples trabas burocráticas, la empresa de entretenimiento canadiense Fuel Industries, en colaboración con Microsoft y con la ayuda de dos arqueólogos y técnicos especialistas en desescombros, se dispone a excavar la zona, de 4.000 metros cuadrados, para sacar a la luz, si es que la leyenda demuestra ser cierta, un tesoro oculto que ya se ha convertido en un icono de la cultura underground.

La extraña expedición arrancará este sábado a las 9.30 de la mañana (hora local) con la presencia del diseñador del juego, Howard Scott Warshaw, que quizá por dignidad siempre ha sido escéptico en torno a la posibilidad de que su obra acabara convertida en escombros, y del cineasta Zak Penn (X-Men 2, Los vengadores), que plasmará el proceso en un documental que solo se podrá ver a través de las consolas Xbox. “Más allá de mucha basura, no tengo ni idea de que lo encontraremos”, ha dicho Penn en su cuenta de Twitter.

Tampoco faltará a la cita Ernest Cline, autor de Ready Player One (Ediciones B, 2011), una especie de videojuego novelado que se colocó en 2011 entre los libros de ciencia ficción más recomendados por The New York Times. Cline ha publicado, entusiasmado, en su blog: “A partir de este fin de semana, Alamogordo será conocida como la pequeña ciudad del desierto donde se escribió un capítulo de la historia de la cultura pop, y donde la más famosa leyenda urbana en la historia de los videojuegos fue resuelta de una vez por todas”.

La excavación también ha movilizado a miles de jugadores, aficionados a la temática ovni y, en general, a todos los adictos a las teorías conspirativas. Los trabajos durarán todo el fin de semana, y para el lunes se esperan las primeras noticias sobre lo allí encontrado. El morbo está asegurado.

Un E.T. irreconocible ‘cocinado’ en 5 semanas

La nostalgia no ha ejercido de bálsamo y E.T., el extraterrestre sigue copando la lista de los títulos más infaustos jamás creados. Las razones de su fracaso fueron múltiples. La sociedad estadounidense de ese lejano año 1982 vivía  hechizada por Ronald Reagan y un Spielberg en estado de gracia, pero los videojuegos atravesaban un peligrosa decadencia. La mayoría de los títulos para la entonces omnipresente Atari 2600 tenían cada vez menos calidad. E.T vino a certificar el estado comatoso de una industria que solo pudo recuperarse con la irrupción de Nintendo y Súper Mario en 1985.

Tras pagar decenas de millones de dólares a Spielberg, Atari pudo hacerse con la licencia para versionar la película en un juego, para poner a la venrta en Navidad. Al frente del proyecto se puso, por expreso deseo de Spielberg, Scott Warsaw, que apenas tuvo cinco meses para diseñarlo. El resultado no fue el deseado; aunque vendió casi un millón y medio de unidades, Atari había fabricado cinco millones.

El jugador asume el rol del alíen amigo de Eliott cuya misión no es otra que recopilar los trozos esparcidos de un teléfono para establecer contacto con su planeta y que sus iguales le vengan a rescatar. El desarrollo, farragoso y lleno de bugs (errores de programación), hacía casi imposible jugarlo más de cinco minutos. Su extrema dificultad tampoco ayudaba. Una mezcla de pavor e incredulidad se apoderaba entonces del jugador. Ese no era el E.T. que habían visto en la gran pantalla.

Desde Microsoft han querido convertir el acto en un espectáculo al más puro estilo estadounidense. Larry Hryb, más conocido como Major Nelson, director de programación en Xbox y una de las caras más populares del gigante del ocio electrónico, ha invitado a todos los jugadores a acudir en masa a Alamogordo para ser testigos de cómo se “reescribe la historia de los videojuegos”. En Twitter se ha creado un hashtag que bulle con opiniones dispares sobre qué saldrá a la superficie.

Antes de ceder el testigo a la piqueta, Microsoft será el anfitrión este viernes de una fiesta retro en Alamagordo, donde se celebrará el legado de Atari, recuperando sus juegos más celebrados. Se desconoce si entre ellos habrá una versión jugable de E.T., el extraterrestre.

La última vez que Alamogordo saltó a las portadas de la prensa de medio mundo fue el 16 de julio de 1945. El Ejército de EE UU eligió esa zona, relativamente despoblada por entonces, para ensayar la bomba atómica que poco más tarde devastó las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki.

El halo de ciudad maldita se acrecienta por el hecho de que Alamogordo está a dos horas escasas en coche de Roswell, un nombre clave en la ufología por la mítica Área 51, una antigua base militar donde los aficionados a la ciencia ficción siempre han querido creer que el Ejército guardaba cadáveres de marcianos (sí, como E.T.) y hasta restos de una nave como la que dejó tirada en la Tierra a la gelatinosa criatura de Spielberg. Con la exhumación de los cartuchos de E.T. se cierra el triángulo del misterio.

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Sobre la firma

Iván de Moneo
Es redactor en El Viajero desde 2019. Antes fue reportero de El País Semanal. Periodista de EL PAÍS desde el año 2000, ha ocupado distintos puestos de responsabilidad al frente de la Mesa Digital y ha colaborado con la sección de Tecnología, con reportajes sobre videojuegos.

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