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Semáforos inteligentes para ayudar a los ciclistas

La ciudad de Róterdam instala sensores para medir la temperatura y la lluvia, que saltan antes a verde y reducen la espera de los ciclistas

Isabel Ferrer
Una ciclista en La Haya, en los Países Bajos.
Una ciclista en La Haya, en los Países Bajos. YVES HERMAN (REUTERS)

¿Para qué sirve un semáforo de carril bici con sensores de temperatura por infrarrojos? En Róterdam, para descongestionarlo y favorecer el tráfico no contaminante. El ayuntamiento de esta ciudad holandesa ha hecho un ensayo con estos dispositivos —denominados thermican— que detectan el grado de calor derivado del número de bicis que se acercan. Cuando hay muchas, reduce el tiempo de espera y el disco se pone verde antes de lo programado: unos 67 segundos de media en lugar de los dos minutos, a veces tres, marcados en zonas de mucha circulación. El cambio se produce sin poner en peligro a nadie, porque los semáforos destinados a los automovilistas están programados para adaptarse automáticamente. El éxito del ensayo, iniciado el pasado septiembre y evaluado ahora en la ciudad portuaria, ha llevado al ayuntamiento a decidir la instalación de estos postes inteligentes en los cruces más concurridos. 

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Hace una década, el consistorio calculó que unas 40.000 personas utilizaban la bici a diario en Róterdam. Ahora ya son más de 70.000, en una urbe de 600.000 habitantes. Para poder convertirse en 2018 “en la ciudad de la bici” prevista en los planes municipales, es preciso animar y favorecer su uso. Como la elevada concentración de grandes oficinas y escuelas del centro urbano retrasa el tráfico en hora punta, si los ciclistas tienen cierta prioridad es más fácil descongestionarlo. De ahí que la primera elegida para probar la eficacia del nuevo semáforo haya sido Churchillplein, una plaza del centro dedicada al antiguo primer ministro británico. Abarrotada en hora punta por su concentración de oficinas y escuelas, cuando el carril bici con el nuevo semáforo tiene más de diez ciclistas en espera, se pone verde: pueden pasar. Si hay cola, se mantiene abierto un poco más para dar tiempo a la mayoría. Gracias a ello, durante el día suele aguardarse unos 67 segundos para reanudar la marcha; de noche es aún menos. Los automovilistas, que disponen de mayor margen para cruzar en circunstancias normales, solo esperan de “un par o tres de segundos más”, según el ayuntamiento. 

El semáforo de carril bici de Róterdam.
El semáforo de carril bici de Róterdam.

El éxito ha superado sus predicciones y ya están señalando en el plano urbano otros puntos clave para el semáforo en cuestión. “No sabemos cuántos. Primero hay que calcular cuáles son los cruces más problemáticos”, añaden los portavoces municipales. Pero los semáforos, diseñados por el ingeniero británico John Peake Knight para la red nacional de ferrocarriles, e instalados por primera vez en las calles de Londres en 1868, dan mucho de sí. La propia Róterdam ha ensayado durante dos años con otros sensores para detectar lluvia, nieve y granizo, y reducir la mojadura de los ciclistas. La ciudad de Groningen, al norte del país, también lo ha probado. Como los de temperatura, salta antes la luz verde y ya están plantados en dos calles de la urbe portuaria. En este caso, no se trata de aligerar el tráfico, sino de favorecer el uso de la bicicleta a pesar del mal tiempo. De modo que no están en zonas de gran congestión. “Queremos más bicis”, se ha convertido ya en el lema vital de Pex Langenderg, concejal de Movilidad y cabeza visible de esta operación de “lluvia y temperatura” ciclista.

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